domingo, 25 de marzo de 2007
JOAN
Hoy hemos conocido a Joan. Marina lo miraba extrañada porque no decía "sí", sino "da", y tampoco decía "no", sino "niet". Daba las gracias diciendo algo parecido a "spasiva", y cuando nos hemos marchado no nos ha dicho "adiós", sino algo como "paka". Y es que, en realidad, Joan hace unas semanas no se llamaba "Joan", sino "Bogdan". Joan ha cambiado en muy poco tiempo ya no de país, sino casi de "universo". Ahora ya no vive en un lúgubre orfanato rodeado de niños sin papás. Ahora tiene una casa con un cuarto propio. Ya no tiene que acunarse a sí mismo cuando se va a dormir, porque ahora tiene una mamá que lo hace, que le da de comer cosas buenísimas que antes nunca había probado y que le saben a gloria. Por eso la primera palabra que Joan ha aprendido en este nuevo y extraño idioma nuestro es "mamá". Por ahora no necesita más. Bueno, eso y un montón de crema protectora para el sol, porque en Ucrania siempre hacía frío, y probablemente cuando salía el sol, nadie le llevaba a jugar al parque. Tiene una piel tan blanca que casi es transparente. Y unos ojos tan claros... Es un niño tan bonito que su "otra" mamá, cuando lo vio hace tres años, pensó que el nombre de Bogdan, que en su idioma significa "regalo de Dios", era el más adecuado. Y a pesar de eso tuvo que abandonarlo.
Pero la vida le ha dado otra oportunidad. Ahora es Bogdan-Joan. Y su mamá es Celia, que lo mira y remira y todavía no puede creer la suerte que ha tenido. La "gestación" de su hijo ha durado más de tres años. Por fin llegó el momento de ir a buscarlo. Tuvo que elegir a su futuro hijo entre montones de niños que le ofrecieron en un catálogo, casi todos ellos con crueles taras que sufrirán toda su vida. Y ella pasó páginas y páginas hasta que vio la carita de Joan entre otras muchas caritas. Y supo que era él. Su hijo. Luego vino un período que llamaron "de adaptación" en el que sólo podía ir a verlo de vez en cuando. Hasta que lo dejaron definitivamente en sus manos. El viaje de vuelta se le debió hacer eterno.
Celia es una mujer valiente. Admirable. Cuando le pregunto hasta qué punto ha cambiado ya su vida, me dice con una sonrisa de felicidad increíble: "Mi casa estaba muerta, y yo no me había dado ni cuenta. Joan ha traído la vida a mi casa". Y probablemente también ha llenado de vida su propia vida.
Felicidades, Celia. Qué sabias somos las madres, ¿eh? Qué bien supo aquella madre elegir el nombre de tu hijo.
Pero la vida le ha dado otra oportunidad. Ahora es Bogdan-Joan. Y su mamá es Celia, que lo mira y remira y todavía no puede creer la suerte que ha tenido. La "gestación" de su hijo ha durado más de tres años. Por fin llegó el momento de ir a buscarlo. Tuvo que elegir a su futuro hijo entre montones de niños que le ofrecieron en un catálogo, casi todos ellos con crueles taras que sufrirán toda su vida. Y ella pasó páginas y páginas hasta que vio la carita de Joan entre otras muchas caritas. Y supo que era él. Su hijo. Luego vino un período que llamaron "de adaptación" en el que sólo podía ir a verlo de vez en cuando. Hasta que lo dejaron definitivamente en sus manos. El viaje de vuelta se le debió hacer eterno.
Celia es una mujer valiente. Admirable. Cuando le pregunto hasta qué punto ha cambiado ya su vida, me dice con una sonrisa de felicidad increíble: "Mi casa estaba muerta, y yo no me había dado ni cuenta. Joan ha traído la vida a mi casa". Y probablemente también ha llenado de vida su propia vida.
Felicidades, Celia. Qué sabias somos las madres, ¿eh? Qué bien supo aquella madre elegir el nombre de tu hijo.
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