lunes, 20 de agosto de 2007

"Cuentos de Hadas para aprender a vivir."


Hace tiempo leí un libro del que hoy he rescatado algunos fragmentos. Lo he recordado porque hace poco me he reencontrado con un amigo que parece sacado de entre sus páginas. Después de varios años de olvido y desapego absoluto, nos hemos vuelto a ver y, como suele ocurrir con los verdaderos amigos, parecía que nos habíamos visto por última vez ayer mismo. Hemos compartido tantas cosas cuando éramos niños (y no tan niños), que no nos hace falta mucho para conectar de nuevo como lo hacíamos antaño. Y hoy, con las historias que ambos llevamos sobre las espaldas, todas esas que la vida nos ha obligado a vivir, esa amistad cobra un nuevo sentido. Diría que se hace aún más profunda. Más verdadera.
Aquí va la descripción casi exacta de mi amigo Kike, un "bohemio" según muchos, incomprendido por casi todos, y en cualquier caso un ser único y especial que tiene mucho que enseñar.

"Hubo un tiempo en que la magia poblaba la tierra y todos recordaban quienes eran en su corazón de luz. La vida entera creaba milagros cotidianos. La humanidad entera conocía el arte de la felicidad.
Nadie recuerda cómo se perdió el recuerdo de la verdad. Nadie sabe cómo todos olvidamos nuestros orígenes y acabamos por pensar que éramos “pobres humanos” perdidos en la tierra. Olvidamos nuestra alforja mágica en la memoria oscura de un túnel que nunca cruzamos por miedo a perder el contacto con ese grupo que, a pesar de darnos mala vida, nos nutría en aquella noche del alma. La realidad virtual que vivimos hoy en día en La Tierra nada tiene que ver con la realidad ancestral de nuestros orígenes pero, ¿quién se atreve a recordar? ¿Quién osa recobrar la memoria y compartir el recuerdo con otros? Dado que nos gusta ser aceptados en nuestra comunidad y queridos por nuestros semejantes, acabamos por ocultar la verdad que mora en nuestro corazón, y preferimos traicionar nuestra integridad antes que exhibir nuestra verdad y compartirla con aquellos que también están deseando hacerlo. ¿A quién le gusta ser tachado de excéntrico, de lunático, de diferente, hasta de “peligroso”? A la humanidad le gusta clasificar, etiquetar y controlar.
Nadie nos cura la herida del alma, pero seguimos empeñados en ocultarnos unos a otros la verdad de nuestra vida. Buscamos, perseguimos la gloria material. Corremos en pos de una relación que dé sentido a nuestros días, color a nuestras mañanas y cobijo a nuestras noches. Pero, una vez alcanzado el objetivo, descubrimos que nuestra alma sigue igual de sola. Y es que nadie es responsable de la vida ni de la felicidad de nadie.
La esperanza de un mundo equilibrado persiste en mi ánimo. No importa cuántas veces parecen haber fracasado seres de extraordinario coraje y elevado espíritu en su misión de traer un poco de paz al corazón humano. Afortunadamente, siempre ha habido y habrá pioneros del espíritu humano, atrevidos provocadores de la conciencia dormida de la comunidad entera. A esos seres privilegiados, la historia suele referirse como “genios”, “héroes”, “dioses”, “hadas”... Ahora se les llama “bohemios” o “raros” (recuérdese que el significado menos usual de este vocablo es “único, diferente, especial...”). Son, a fin de cuentas, todos aquellos que se atreven a vivir la vida a su aire, rigiéndose sólo por su ética personal, sin reparar en lo que la sociedad dice que tienen que hacer o pensar, siendo sabios en una tierra de esclavos emocionales que no osan rebelarse contra el statu quo imperante. Los libres de espíritu siempre han suscitado admiración y envidia por demostrar que “si uno quiere, puede”. Pero todos podemos conseguir lo mismo que esos “seres especiales”; bastaría con inspirarse en ellos, activar recursos (capacidades, habilidades), y desarrollar una estrategia apropiada para lograr la libertad, convirtiéndonos así en libertos en una tierra donde la concesión de la libertad del alma está exclusivamente en manos de uno mismo."


1 comentario:

Anónimo dijo...

Aunque había tenido la ocasión de saludarlo en un par de ocasiones este verano he tenido la ocasión de conocer un poco mejor a Kike, siempre me hablabas bien de él y me contabas de sus fiestas y su particular personalidad y lo bien que lo pasabais hace años antes de que decidiera darle un nuevo rumbo a su vida, pero ahora he podido comprobar lo especial que es y he descubierto que además es una gran persona y que entre sus varios tatuajes hay uno que no tuvieron que grabárselo pero que se distingue claramente y le ocupa todo el pecho, y es su gran corazón. Espero que nos volvamos a ver pronto y nos deleite con su jerga surfera y alegre sus interminables historias que muy poca gente puede vivir.