AZUL

CALA SERENA, MALLORCA

Vengo con los ojos llenos de azul. De azul turquesa, de añil, de cobalto, de verde esmeralda, de azul verdoso, de índigo, de ultramar... Hay que repasar o aprender las diferencias entre cada uno de esos colores para poder describir los paisajes de Mallorca.

Al meterte en el mar, eres tan consciente del color que te rodea y te lame, que cuando el agua te va subiendo por el cuerpo, piensas que al mismo tiempo lo está tiñendo y tú misma azuleas, te mimetizas.

No es de extrañar que tantos artistas (pintores, poetas, ...) valencianos, mallorquines, catalanes, griegos, egipcios o italianos hayan empleado tanto estos tonos, que forman una bandera única, y definen nuestra esencia mediterránea.

Dice el escritor alicantino Vicente Verdú que "el azul se forma por suma de vacíos, suma de aires, suma de aguas, suma de cristales transparentes. De ese modo tiene la especial condición de un alma y la mágica facultad para filtrarse en nuestro interior como si nada, y encantarnos como una mano imantada."

La belleza del mar es indescriptible. Hay que mirarlo hasta llenarse de él, hay que adentrarse en sus profundidades y nadar entre los peces y las algas, y sentir cómo, a medida que te vas entregando a él, te va curando las heridas del cuerpo y el alma.

Hoy mi cuerpo, curado y revitalizado, ha vuelto al trabajo. Yo no. Yo sigo enredada entre las aguas mallorquinas. Cierro los ojos y el mar me sigue meciendo. Los pinos siguen perfumando el aire a mi alrededor. Oigo el sereno rumor de las olas rompiendo en las rocas de madrugada. Mi hija sigue riendo arrastrada por la marea, en la orilla de la cala. La sigo viendo recogiendo conchitas blancas. El castillo de arena que han abandonado a la orilla se va deshaciendo dulcemente, suave, suave, ...