domingo, 4 de enero de 2009

El TIEMPO. Manuel Vicent.


El tiempo no existe. El tiempo sólo son las cosas que te pasan, por eso pasa tan deprisa cuando a uno ya no le pasa nada. Después de Reyes, un día notarás que la luz dorada de la tarde se demora en la pared de enfrente y apenas te des cuenta será primavera. Ajenos a ti en algunos valles florecerán los cerezos y en la ciudad habrá otros maniquíes en los escaparates. Una mañana radiante, camino del trabajo, puede que sientas una pulsión en la sangre cuando te cruces en la acera con un cuerpo juvenil que estalla por las costuras, y un atardecer con olor a paja quemada oirás que canta el cuclillo y a las fruterías habrán llegado las cerezas, las fresas y los melocotones y sin saber por qué ya será verano. De pronto te sorprenderás a ti mismo rodeado de niños cargando la sombrilla, el flotador y las sillas plegables en el coche para cumplir con el rito de olvidarte del jefe y de los compañeros de la oficina, pero el gran atasco de regreso a la ciudad será la señal de que las vacaciones han terminado y de la playa te llevarás el recuerdo de un sol que no podrás distinguir del sol del año pasado. El bronceado permanecerá un mes en tu piel y una tarde descubrirás que la pared de enfrente oscurece antes de hora. Enseguida volverán los anuncios de turrones, sonará el primer villancico y será otra vez Navidad. La monotonía hace que los días resbalen sobre la vida a una velocidad increíble sin dejar una huella. Los inviernos de la niñez, los veranos de la adolescencia eran largos e intensos porque cada día había sensaciones nuevas y con ellas te abrías camino en la vida cuesta arriba contra el tiempo. En forma de miedo o de aventura estrenabas el mundo cada mañana al levantarte de la cama. No existe otro remedio conocido para que el tiempo discurra muy despacio sin resbalar sobre la memoria que vivir a cualquier edad pasiones nuevas, experiencias excitantes, cambios imprevistos en la rutina diaria. Lo mejor que uno puede desear para el año nuevo son felices sobresaltos, maravillosas alarmas, sueños imposibles, deseos inconfesables, venenos no del todo mortales y cualquier embrollo imaginario en noches suaves, de forma que la costumbre no te someta a una vida anodina. Que te pasen cosas distintas, como cuando uno era niño.


Manuel Vicent

(Publicado en El País. 04.01.2009)

2 comentarios:

matilde* dijo...

Hola bella sirenita!!! pues coincido con Manuel en el final...sobretodo hay que evitar que "la costumbre no te someta a una vida anodina"...y que te pasen cosas distintas, como cuando eras un niño...jeje...de nuevo, el mejor regalo de reyes: unas gafitas de colores con las que ver el mundo con ojitos de niño...esas, son el regalo que nunca debe faltar en nuestra carta a los reyes todos los años,...porque aunque crezcamos, y nos hagamos mayores...esos sobresaltos, esas maravillosas alarmas, esos sueños imposibles y hacer que sueños inconfesables se cumplan es una tarea de niño que todos debemos emprender, ¿nos ponemos manos a la obra?...un beso burbujeante para vuestros bellos mares violeta!!!mmmuà!!!mati*matilina:-)*

Mermaid Lullaby dijo...

Hacer que cada día y cada momento sea especial no es fácil. Requiere atención para darse cuenta de que cda segundo es irrepetible y la ilusión por vivir que tienen los niños, como tú bien dices. Por nosotras no va a quedar, ¿verdad? Besos y feliz y mágica noche de Reyes.