lunes, 26 de enero de 2009

Yulka, Kairo y su bebé beluga.


En Valencia tenemos belugas. Su casa es el Oceanográfico. O, mejor dicho,un espacio, con forma y aspecto de iglú llamado "Acuario del Ártico". En realidad se trata de una cúpula cerrada a la que no llega el sol y con un ruido ensordecedor cuando entran grupos de personas,que además suelen atacar con los flashes de sus cámaras de fotos, oyéndose en ocasiones, por encima de todo ese jaleo, el canto de la beluga.


El nombre de beluga deriva del vocablo ruso byelukha, que quiere decir "blanco". Y precisamente eso, su color, es lo que primero me sorprendió cuando la vi. Si el blanco simboliza la pureza, pocas veces ha estado ésta tan bien representada.

Y luego sus gorjeos, grañidos, silbidos, gritos, chasquidos,... ¿Cómo llamar a ese canto? Por momentos, os lo aseguro, me parecía asistir a una ópera china. Luego supe que por esa forma de "cantar" a las belugas también se les llama "canarios del mar".

También me pareció curiosa su forma de nadar. Y es que, normalmente, cuando cantan nadan boca arriba. Debió estar cantando prácticamente todo el tiempo que yo estuve allí.

Además, pueden alterar sus expresiones faciales. La variedad de sus gestos, con movimientos de cabeza y esbozo de sonrisas, hace que resulten muy simpáticas, casi propias de un ser humano.

Nuestras belugas llegaron al Oceanográfico de Valencia el 4 de julio del 2003, procedentes de Argentina: un macho de unos 16 años, Kairo, y una hembra de 8 años, Yulka. Luego, Yulka quedó embarazada y, en medio de una enorme expectación por tratarse del primer nacimiento de una beluga en cautividad de Europa, y tras ocho horas de parto (exactamente lo que me costó a mí tener a mi hija) tuvo a su cría.
El equipo veterinario mantuvo una vigilancia intensiva de las dos ballenas, a la espera de que la cría comenzara a mamar, hecho fundamental para la supervivencia de la recién nacida. Desde el Oceanográfico llegaban noticias de que las probabilidades de que la cría no superase las primeras semanas y meses eran muy elevadas, "hecho normal también en la naturaleza dada la inexperiencia y juventud de la madre y la elevada mortalidad de los recién nacidos".


El papá, Kairo, estuvo separado de la madre desde poco antes del parto "para prevenir riesgos", decían. Pobre papá, ignorado y apartado, ...
La pequeña beluga no llegó a mamar de su madre y tenía muy bajas las defensas.
Pronto se detectó un brusco desequilibrio en la ballena, consecuencia de la muy difícil adaptación de la joven beluga a una alimentación artificial, a la que se tuvo que recurrir dada la inexperiencia de la joven Yulka, y a las dificultades motoras que presentaba la cría, que nunca llegó a alimentarse directamente de su mamá.
Y nuestra beluguita murió con sólo 25 días. Ni siquiera llegamos a saber si era macho o hembra. No dio tiempo de nada.

Sé que fuimos muchos los que le lloramos. El único consuelo que nos quedó fue el comunicado oficial del Oceanográfico: "Nació con pocas probabilidades de sobrevivir". De lo demás no me acuerdo.
Desde la muerte del bebé beluga, y para intentar compensar la pérdida, los cuidadores de la madre comenzaron a desarrollar mayor actividad con ella y por fin la unieron de nuevo con Kairo. El reencuentro debió ser memorable.

Dicen que el Oceanográfico está desarrollando un proyecto de investigación de Bioacústica, que tiene como finalidad estudiar el comportamiento acústico de las belugas en cautividad. Una línea de investigación cuyos beneficios tienen una implicación directa con la mejora del bienestar en cautividad de estos animales, así como con la gestión de las poblaciones naturales. Eso dicen. Y no lo dudo. Todo muy loable.

Pero a mi se me sigue haciendo un nudo en la garganta cuando recuerdo la mirada de Yulka. Se paraba de vez en cuando y me miraba. Casi me pareció que me sonreía. Luego seguía nadando de un lado a otro en el corto espacio de su habitat artificial.
No me gustan los zoos. Sólo espero que nos perdonen las belugas y todos los animales que están encerrados entre rejas y cuyo espacio vital reducimos cruelmente a unos pocos metros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Coincido contigo: visité el Oceanografic hace un par de días por 1ª vez, y no se ve va de la cabeza Kairo, el macho deprimido e inmóvil, mirando permanentemente hacia una esquina. Otra salvajada más de las que nos caracterizan a nosotros, los "humanos". Los animales tienen su lugar en su entorno natural, no en una jaula para que los contemplemos..Se me encoge el corazón recordando a la pobre beluga, y tantos otros, víctimas de nuestras diversiones..