miércoles, 22 de abril de 2009

Un mundo propio.

Gustave Courbet nació en Ornans en 1819 y se trasladó a París a los veinte años de edad para estudiar Derecho, pero se dedicó a pintar. En la capital francesa recibió su formación artística. En un primer momento, pinta el paisaje y retratos, con algunos rasgos románticos. Desde 1849 desarrolló un estilo realista y representó escenas de la vida cotidiana, retratos, desnudos o paisajes. Daba gran importancia a su actividad política y participó en la Revolución de 1848 (no intervino directamente) y en la Comuna de París de 1871.
A partir de 1849 se vuelve realista y rechazará la idealización del arte y la belleza arquetípica. Escoge sus temas de la realidad cotidiana, refleja el trabajo y al trabajador como nuevo héroe, la vida al aire libre, la ciudad con sus calles, cafés y bailes, la mujer y la muerte. Creía que el arte podría subsanar las contradicciones sociales. De obra provocadora, su pintura suscitó enormes polémicas por la elección de temas vulgares. Murió en Suiza en 1877.
Su pintura fue renovadora e inauguró el realismo. Su ataque contra el Romanticismo incluyó ciertas dosis de escándalo. En ”La siesta” muchos leyeron -con acierto- una mirada sobre la homosexualidad femenina. En 1866 realiza “L´origine du monde”, una obra polémica que estaría más de un siglo guardada en las bodegas del hoy Musée d´Orsay.

(Fuente: Wikipedia)


La orilla del mar en Palavas", 1854

Courbet fue pintor de temas sociales, pero también un enamorado de la naturaleza.
En este lienzo, como en muchos otros, celebra la belleza y la inmensidad de la Tierra con la misma emoción, la misma libertad, con que plasma los temas sociales. Como si intentara reponer fuerzas contemplando la naturaleza, como un retorno a la felicidad sencilla y fundamental de las raíces del ser humano.

Aquí vemos un reencuentro: ese gesto de saludo, lleno de elegancia, transmite complicidad (“aquí estamos de nuevo, los dos juntos”), alegría (“¡por fin!”), humildad (“soy tan minúsculo ante ti”) y, también algo de orgullo: sin ese hombrecillo y su gesto de alegría, este cuadro no tendría encanto ni sentido. Y si ese hombrecillo hubiera podido disfrutar del mar cada día, no tendríamos la oportunidad de asistir a la alegría del reencuentro.
Quizás nos acostumbramos muy rápido a la belleza y la felicidad, y su continuidad puede volverlas insípidas. Las separaciones, las interrupciones, confieren importancia a nuestras alegrías y nos abren los ojos a su valor. Para ser más conscientes de la felicidad, necesitamos que de vez en cuando se aleje de nosotros. Y sus intermitencias son, quizás, una sutil necesidad…

Courbet tiene mucha razón al celebrar ese momento del saludo al mar, al mostrarlo dándole vida con los pinceles.
Nosotros también, cada vez que tomamos conciencia de nuestros momentos felices, deberíamos nombrarlos. Eso nos haría conscientes de cada uno de esos momentos. Esa felicidad no será eterna, pero seguirá siendo eternamente cierto que habremos vivido ese momento.

¿Y por qué esos esfuerzos de la conciencia para sentir la felicidad? ¿No van a estropear su esencia, que es inmaterial e inasible? ¿Por qué plasmar en palabras, en imágenes, forzosamente torpes y engañosas, unas sensaciones tan sutiles y volátiles? La respuesta es sencilla: porque vivir no sólo es sentir, sino crear un mundo propio. No sólo recibimos felicidad: también podemos crearla. Somos, en el fondo, artesanos de nuestra propia felicidad.

5 comentarios:

E.G.M. dijo...

Parece que te estoy viendo ahí a la orilla, saludando. Ehhhh! Cómo andamos, compañeroooo??!!!
Lo tuyo con el mar es muuuy fuerte.

Regina dijo...

Muchas gracias por tus palabras!!! Bueno y gracias a Elio que nos puso en contacto! Pues ha sido una suerte!
Al grupo de ayer donde están Pablo y Cris, les enseñé los piropos y les conté lo de la web de Marina, me pidieron verla, jajaja, que ojos mas redondos! les encantó!!
Ahora estamos haciendo el trabajo del día de la Madre, así que en breve colgare los resultados!

Secundaria y Bachiller maaaaadre mia!!!nooor,yo solo soy seño! no llego a la categoría de Profesora! a mis pequeñuelos aun les visita el ratón Perez, me pintan en dibujos y me dan besos babosos jaja...cuento un poco como acabé en granada pintando en www.reginaortega.es, toooodo mi respeto y admiración por tu labor yo solo soy una suertuda que ha conseguido juntar lo mejor de esta vida la pintura y los peques y tiempo para desarrollar mi voluminismo.

Ah! me preguntabas por Matilina, la conocí por vosotros, soy una loca de la ilustración y en la red hay un montón de ilustradoras valiosiiisimas, en cuanto pinché en su web reconocí que tiene un estilo muy personal, me encantó la ternura de sus dibus!!!

Ya he metido tu link y me he hecho seguidora y fan y todas la cosas para que nos sigamos la pista!
Un beso enooorme para las Sirenas creativas!

Mermaid Lullaby dijo...

Cuando entré en tu blog por primera vez, vi también tu otra página y me impactó lo que contabas sobre tu "huida" de Madrid. Me pareció muy valiente por tu parte eso de irte tan lejos para empezar de nuevo. Te aseguro que muchas veces he tenido la tentación de hacer lo mismo. Aunque Valencia no es tan agobiante como Madrid, y además aquí al lado tengo el mar, que para mí es condición indispensable para ser feliz.
Pero me falta muchas veces esa paz de los pueblos, el silencio...
Y mucho más con mi trabajo, ya te puedes imaginar! Pero tengo suerte con el colegio donde trabajo: está fuera de Valencia, en un pueblo, y rodeado de palmeras, pinos y naranjos. Algo es algo...

Ya estamos deseando ver esos trabajos para el Día de la Madre!

Un abrazo para ti y besos para esos artistas que tienes "de prestado".

Regina dijo...

Llevas razón, Valencia no es lo mismo, Madrid se ha convertido en una mole gris de hormigón, no ves verde por ningun lado y los pobres arbolillos solo te recuerdan lo que no queda.
Hay veces que la vida te da una patada en el culo y te das cuenta que nada es seguro, y si la vida son dos días, porque no intentar ser feliz el tiempo que estes aqui.
Así que vivo como una anacoreta de consumo minímo, feliz con mi particular taller y emulando a Van Gogh vamos sin vender cuadros jaja!

Un beso muy fuerte, te acabo de poner una entrada de Teresa!

Mermaid Lullaby dijo...

Cómo te envidio, Regina, de verdad. Aunque no vendas cuadros...

Precisamente hace poco estuve un fin de semana en Madrid.
Mira: te voy a dedicar unas fotos que hice aquel fin de semana. Para que recuerdes de lo que te has librado (y eso que estas fotos reflejan una parte amable y bonita de la "capi").