jueves, 6 de enero de 2011

Cabalgata y Día de Reyes.





En un mundo que se presenta a menudo enmarañado e ininteligible, optar por la sencillez es una forma de recuperar la medida humana perdida en el torbellino de los estímulos y la actividad.
Puede constituir un modo de vida o sólo un recurso ocasional para reconciliarse de vez en cuando con lo básico y primario, para apreciarlo y no olvidar su importancia. Algunas personas alcanzan esa intimidad especial -consigo mismas y con la vida que late discreta a su alrededor- cuidando una planta, jugando con un perro, o mirando al mar.
Se trata de cosas que no requieren apenas esfuerzo; al contrario, que de manera muy fácil permiten acceder a un estado de liberación y ligereza. Incluso si esos momentos duran poco, modifican de algún modo el resto de la jornada. Enseñan a relajarse y a "crear" tiempo, señalan otro camino que el de la acción compulsiva: el de permanecer en el centro, presentes. No hay que justificar nada, ni pedirle un rendimiento, se trata de limitarse a escuchar lo que la vida susurra al oído. Los grandes secretos se presentan así, desnudos, sin ceremonias.
Todos los días están llenos de invitaciones a detenerse en algo valioso y digno de respeto. Sólo hay que estar atento y dejarse inspirar por su fuerza elemental.

Fragmento del artículo "Amar lo sencillo".
Y.Moya-Angeler
Revista Cuerpomente nº225.





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