jueves, 3 de mayo de 2007
ARROZ CON LECHE, un consuelo espiritual.
Cuenta Isabel Allende en su "Afrodita", libro entretenido y original donde los haya, que una noche soñó que se lanzaba a una piscina llena de arroz con leche, su dulce preferido, donde nadaba con la gracia de una marsopa. Años antes, había pedido en un restaurante madrileño cinco platos de arroz con leche que se comió sin parpadear, con la vaga esperanza de que aquel nostálgico plato de su niñez le ayudaría a soportar la angustia de ver a su hija muy enferma. Ni su alma ni su hija se aliviaron, pero el arroz con leche quedó asociado desde entonces en su memoria con el consuelo espiritual. En el sueño, en cambio, no había nada de elevado: ella se zambullía y esa crema deliciosa le acariciaba la piel y le llenaba la boca. A la semana siguiente soñó que colocaba a Antonio Banderas desnudo sobre una tortilla mejicana, le echaba guacamole y salsa picante, lo enrollaba y se lo comía con avidez. Acabó por no saber si ver a un psiquiatra o a un cocinero...
Cuando su hija Paula murió, pasó tres años con la sensación de que el mundo había perdido los colores y un gris universal se extendía sobre las cosas inexorablemente. Sólo cuando comenzaron de nuevo los sueños de comida supo que estaba llegando al final del largo túnel del duelo y emergía, por fin, a un mundo lleno de luz y color, y con unos deseos enormes de volver a comer.
En el mismo libro hay un apartado de recetas, entre las que aparece la que hoy os quiero regalar. La llama:
"ARROZ CON LECHE DEL CONSUELO ESPIRITUAL"
Remojar media taza de arroz en 4 tazas de agua tibia durante media hora. Colar. Poner a hervir el arroz con 10 tazas de leche y un palo de canela hasta que ablande, más o menos media hora. Agregar 2 tazas de azúcar y un trozo de cáscara de limón y continuar el hervor a fuego muy suave, revolviendo de vez en cuando para que no se pegue, hasta que espese, alrededor de media hora más. Colocar en una fuente, enfriar y, antes de servir, espolvorear con canela en polvo.
Advierte la escritora que, si llega a sobrar, cosa altamente improbable, se puede guardar en la nevera, o bien, si el buen humor alcanza, se pueden usar los restos para cubrir al amante de pies a cabeza con este lujurioso postre para luego lamerlo lentamente. En una ocasión así -asegura- las calorías se justifican.
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