viernes, 11 de mayo de 2007
Fragmentos de Pájaros Perdidos, de Rabindrantah Tagore. (Traducción de Zenobia Campubrí, esposa de Juan Ramón Jiménez).
Pájaros perdidos de verano vienen a mi ventana, cantan, y se van volando. Y hojas amarillas de otoño, que no saben cantar, aletean y caen en ella, en un suspiro.
Para quien lo sabe amar, el mundo se quita su careta de infinito. Se hace tan pequeño como una canción, como un beso de lo eterno.
Como el anochecer entre los árboles silenciosos, mi pena, callándose, se va haciendo paz en mi corazón.
Mi corazón se mustia en silencio, y no sé decir por qué. Son cosas pequeñitas que nunca pide, ni entiende, ni recuerda.
La sombra va despacito detrás de la luz, echado el velo, en secreta humildad, con callado andar de amor.
La vida se nos da, y la merecemos dándola.
No temáis nunca al instante, dice la voz de lo eterno.
Dios se cansa de los reinos, pero no de las florecillas.
No insultes a tu amigo con méritos de tu bolsillo.
Si echo mi misma sombra en mi camino, es porque hay una lámpara en mí que no ha sido encendida.
Sean éstas mis últimas palabras: Confío en tu amor.
Pájaros perdidos de verano vienen a mi ventana, cantan, y se van volando. Y hojas amarillas de otoño, que no saben cantar, aletean y caen en ella, en un suspiro.
Para quien lo sabe amar, el mundo se quita su careta de infinito. Se hace tan pequeño como una canción, como un beso de lo eterno.
Como el anochecer entre los árboles silenciosos, mi pena, callándose, se va haciendo paz en mi corazón.
Mi corazón se mustia en silencio, y no sé decir por qué. Son cosas pequeñitas que nunca pide, ni entiende, ni recuerda.
La sombra va despacito detrás de la luz, echado el velo, en secreta humildad, con callado andar de amor.
La vida se nos da, y la merecemos dándola.
No temáis nunca al instante, dice la voz de lo eterno.
Dios se cansa de los reinos, pero no de las florecillas.
No insultes a tu amigo con méritos de tu bolsillo.
Si echo mi misma sombra en mi camino, es porque hay una lámpara en mí que no ha sido encendida.
Sean éstas mis últimas palabras: Confío en tu amor.
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1 comentario:
¡Cómo me gusta este poema! He puesto especial atención en este verso:"La vida se nos da y la merecemos dándola".
Efectivamente, la vida es un don gratuito, pero nunca se alcanza niveles tan "altos de vida" como aquel que con su vida ayuda a que otros vivan. Llámale ayuda, llámale apoyo, llámale compartir,pero si gracias a tí alguien tiene una vida más digna, yo creo, que estamos haciendo algo para merecer nuestra propia vida. Gracias por facilitarnos la lectura de cosas tan gratificantes.
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