lunes, 11 de junio de 2007

VICKY Y MARA


Vicky y Mara acaban de llegar a nuestra casa como regalo de cumpleaños de Marina, y creo que nunca dos periquitos han estado más contemplados. Estamos pendientes de si comen, si beben, si pían, si se ven más animados... Parece ser que los primeros días están un poco asustados, pero creo que se están aclimatando ("amarinando", como dicen los maños, y nunca mejor dicho en este caso) de maravilla. Ya se hacen tantas carantoñas que Marina asegura que "se han enamorado". Dado que son macho y hembra, no me extrañaría nada...
Pero ya hubo un Vicky y una Mara en nuestra vida. Vicky, el periquito, era el mío. Mara, la hembra, de Paco, mi hermano. Los quisimos tanto y llegaron a pertenecer a nuestra familia de modo tan intenso, que un aciago día de agosto, durante nuestras vacaciones en Cosa, cuando Vicky, de forma incomprensible, se escapó de la jaula, yo creí que mi vida dejaba de tener sentido. Pasé toda una noche llorando amargamente. No había consuelo para mí. Estaba convencida de que ningún otro ser en el mundo (humano, animal o vegetal) podría nunca reemplazar a mi querido Vicky. Pero ocurrió una especie de milagro (o al menos así lo interpretó el cura que por entonces venía a celebrar misa al pueblo, al que alguien contó nuestra historia): después de pasar toda una noche fuera, Vicky apareció a la mañana siguiente subido sobre el techo de su jaula, desde donde su amada Mara reclamaba su presencia de forma estridente y angustiosa. Yo, sin poder todavía creer lo que veían mis ojos, me acerqué con extrema delicadeza y le ofrecí mi dedo, como había hecho tantas otras veces (siempre en recintos cerrados, por supuesto). Vicky subió como si tal cosa y, en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba de vuelta en su jaula.
La segunda vez que escaparon, esta vez ambos, y en Valencia, unas semanas después, me juré que no derramaría ni una sola lágrima más. Y así fue.
Vicky y Mara me enseñaron a querer y a olvidar. Me hicieron fuerte. Muchos años después me he acordado de ellos en siuaciones parecidas que la vida me ha planteado. Siempre he sufrido la primera vez. Pero no la segunda. Y me he dado cuenta muy pronto de que esas situaciones me estaban ayudando a fortalecerme.
Tanto los he recordado, que estos nuevos periquitos, en su memoria y honor, llevan su mismo nombre. Le conté a Marina la historia y fue ella quien decidió que esos nombres le gustaban. Y así quedaron bautizados.
Ayer estuvo Paco en casa. En cuanto los vio, supo cómo se llamaban.
Estoy convencida de que este Vicky y esta Mara le van a enseñar cosas a Marina. Probablemente no lo mismo que a mí. Pero algo aprenderá con ellos: seguro.
¡Larga vida y felicidad a nuestros nuevos inquilinos!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace unos años también tuve un periquito, era albino (blanco y de ojos rojos) y se llamaba Chiapucci (Kiapuchi). Era un virtuoso con la pelota, la llevaba de un lado a otro de la jaula con su pico que ni el mismísimo Zidane, entonces era mi padre el que se encargaba de su limpieza y cuidado y el que todos los días le animaba a “decir algo”. Ahora soy yo el que tiene esa tarea, que también comparto con mami, aunque para el tema de los idiomas mejor se lo dejo a la especialista porque con mi “vocecita” igual se hacen un poco brutos. Ahora que somos dos más todos estamos contentos, porque con muy pocas reformas le han dado un puntito más de alegría a la casa y estamos seguros que su dueña Marina también aprenderá a cuidar de ellos.

Anónimo dijo...

Tengo un poco de lio en la cabeza. A ver quién me ayuda.
Irene, mi nieta mayor, tiene una perrita graciosa y zalamera a quien todos queremos mucho que se llama Lula. Mi nieta dice que es su madre,en cuyo caso la madre de mi nieta será la abuela de Lula y, claro, yo seré su bisabuela.
¿Bisabuela de un perro?
Pero la cosa no acaba ahí.
Marina ahora dice ser la mamá de los periquitos, de los cuales Ana
pasaría a ser la abuela y yo, lógicamente, la bisabuela.
¿Bisabuela de periquitos?
Estoy hecha un lio : soy madre, soy suegra, soy abuela y ahora bisabuela zoológica......¡demasiadas cosas!
Espero que ninguno de mis nietos adopte un elefante, porque B ISABUELA DE UN ELEFANTE, francamente , me daría mucho miedo.....