lunes, 26 de octubre de 2009

La Casa de la Palabra.

"La Casa de la Palabra"

En un poblado de Mali se halla La Casa de la Palabra. La gente va allí a negociar y a solucionar los conflictos. La casa se levanta sobre columnas de piedras o adobe y no tiene paredes. Sólo está cubierta por un tejado de paja y es tan baja que no permite estar de pie. Para entrar hay que agachar la cabeza. Así, quien entra, recuerda que es preciso ser humilde para comunicarse con los demás. La Casa de la Palabra carece de muebles, y las personas se sientan en el suelo, unas frente a otras. Si alguien, llevado por la ira o por la pasión de la discusión, se levanta agitado para abalanzarse sobre el otro, se golpea la cabeza contra el techo. El dolor que siente le recuerda que es necesario ser paciente, y que dejarse llevar por las emociones sólo sirve para finalizar el diálogo.

En cierta ocasión, a Teresa de Calcuta la invitaron a encabezar una manifestación CONTRA la guerra. Ella dijo que no, puesto que nunca iba en contra de algo. “Cuando tengan algo a favor de lo que manifestarse, cuenten conmigo”, fue su respuesta. Seguramente, ella habría aceptado gustosa manifestarse A FAVOR de la paz.


La palabra es una potente forma de energía, que podemos poner a favor de la vida y la paz o en su contra. Las palabras pueden ser fuente de crecimiento y consuelo, o de sufrimiento y bloqueo. Por eso es tan importante utilizarlas bien. Se trata de que lo que digamos tenga su raíz en el silencio, en el pensamiento reflexivo y en el corazón.

Por supuesto, aquellos que más valoran la belleza y las posibilidades del lenguaje, son también los que más sufren en un “enfrentamiento verbal”: La palabra injusta, imprecisa o prepotente es para ellos un gran contaminante, cuyos efectos son claramente tóxicos, capaces de dejar su sistema inmunitario en una situación delicada durante horas. Y, creedme, lo sé por propia experiencia.

Cuando la palabra nace de la reflexión y del silencio, suele ser precisa y coherente, reflejo de la verdad que cada uno lleva en su interior. Es la palabra que cura, une, consuela, anima. Cuando aflora del pozo de la irreflexión y el miedo, se transforma en un dardo que hiere a quien se cruza en su camino. Es la palabra que duele, prohíbe, aprisiona, hunde y divide.

La comunicación pacífica es urgente, y un arte nada fácil, pero se puede aprender. Requiere, eso sí, voluntad, esfuerzo, y mucho amor a la vida.

Yo soy una enamorada de las palabras desde que era niña. Recuerdo que pasaba horas sentada en el suelo explorando una novela, incluso un diccionario, escondida en algún rincón para que nadie estropeara mi particular "romance". Ellas han aliviado siempre mi soledad, y en aquellos encuentros furtivos, las palabras me llevaron a admirar y amar ya siempre, por extensión, a todos aquellos que, conscientes de su poder, y de que son un arma de doble filo, eligen utilizarlas sabiamente.

6 comentarios:

makistakis dijo...

Hola Mermaid, oye que Blog mas chuli tienes ¿será posible que estemos a unos 500 Km. el uno del otro y aya tenido que ser una amiga Peruana (YAHAYRA) quien me ha aconsejado tu Blog?
Cosas de este medio.Mira Mermaid me hago tu seguidor, sin leer tu Blog ya lo repasare y te comentare, tambien te invito a que te hagas tu seguidora, de alguno de los míos, para así seguirnos las entradas.
Un fuerte y caluroso abrazo GUAPISIMA, Valenciana.

inma valderas dijo...

Tu reflexión me ha dejado a mí sin palabras. Tienen la mala costumbre de atascarse en mi garganta cuando algo me emociona.

Qué gran admiración poder expresar todo lo que sientes de ésta manera.

Sólo puedo decir que si supiera escribir como tú, esos serían mis pensamientos.El amor a las palabras desde niña...y el ser consciente de su gran poder.
Eso me ha llevado a amar y admirar a quienes las utilizan
para crear y no para destruir.

Pocos, por eso tan especiales.

Besos

Mermaid Lullaby dijo...

Gracias a los dos: por un lado, a mi nuevo visitante, por ese saludo tan entusiasta, y por otro, a ti Inma, por tus preciosas palabras.

A mí lo que me emociona es encontrar, de vez en cuando, a alguien que comparte mis ideas, mis sentimientos. Y eso ocurre por desgracia con muy poca frecuencia. Y así me siento yo a menudo como una extraterrestre, ("I´m a legal alien", como dice Sting en su canción).
Si no fuera por gente como tú, optaría por convertirme en eremita y me auto-exiliaría a algún lugar bien escondido (eso sí, cerca del mar...).
Quien ama las palabras, como nosotras, y es capaz de saborearlas despacito y también de aprovechar todo su potencial, goza de un enorme privilegio. Estoy convencida. Aunque la otra cara de la moneda sea el sufrimiento que nos ocasiona su mal uso.

Anónimo dijo...

Yo, si fuera la Madre Teresa de Calcuta, habría ido en contra de los dictámenes de Juan Pablo II y a favor de la difusión del preservativo. Por ejemplo.

Se evitaría mucho del sufrimiento que sus hermanas de la Caridad tienen que atender. India es uno de los países más machistas, clasistas y superpoblados de la Tierra. No basta con poner una tirita encima de un cáncer. Y estas palabras las he pensado muy bien antes de decirlas, aunque luego molesten a alguien.

Mermaid Lullaby dijo...

Muchas Madres Teresas de Calcuta querría yo en el mundo. Con todas sus imperfecciones.

De todos modos, en este texto, ella no era la protagonista.

Hermeticus dijo...

Hola Mermaid. Soy de Argentina me gusto mucho tu blog como asi tambien tu refleccion sobre las palabras. Me tome el atrevimiento de publicar en mi perfil de facebook esta nota como asi tambien tu link, si de alguna manera no lo quisires lo retiraria inmediatamente
Fernando O. Pascua