"Cada uno tenía su pasado encerrado dentro de sí mismo, como las hojas de un libro aprendido por ellos de memoria; y sus amigos podían sólo leer el título."
(De “El cuarto de Jacobo”, Virginia Woolf)
“Virginia Woolf propuso en 1927 en un debate radiofónico de la BBC imprimir los libros en un papel que al cabo de tres meses se redujera a polvo. Si la obra era buena, habría que imprimirla de nuevo. Así, "la mayoría de libros tendría una muerte natural en meses", afirmó. "Ningún espacio sería malgastado, ninguna basura recolectada". Faltaba más de una década para que se fabricase algo parecido a un ordenador, pero Woolf ya barruntaba la posibilidad de que las obras literarias no justificasen todo el papel que ocupan.”
(Guillermo Alonso, El País Digital, 06.11.09)
Será que soy una sentimental. Será que algunos de mis más bellos recuerdos están ligados a los libros, los de toda la vida. Pero deseo de corazón que ni los ordenadores ni los e-books, tan de moda últimamente, puedan reemplazar nunca el tacto, el olor, el dulce placer de un buen libro entre nuestras manos.
Espero que la lectura analógica pueda convivir pacíficamente con la lectura digital, en un mundo en que lo digital ha arrasado con el resto de los medios. Y espero que esa muerte natural de la que hablaba Virginia Woolf tenga lugar antes de que el próximo mal libro llegue a mis manos. No sé si mi sensible corazón resistirá asistir a la quema de otro libro, por mucho que lo merezca, o su abandono, quedando expuesto a los peligros de la calle, como esos perritos de ojos tristes que te siguen a veces por el barrio…
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