jueves, 5 de noviembre de 2009

Watteau y la melancolía.

"Estudio de tres mujeres en diferentes poses"
Antoine Watteau

En los museos hay algunos cuadros que, misteriosamente, atrapan nuestra atención y consiguen hipnotizarnos de tal modo, que ante ellos llegamos a perder la noción del tiempo. Al final, algún toquecito amigo nos hace despertar y nos devuelve a la realidad de esa sala, de ese museo. Pero en ese instante, y aunque nuestra vida dependiera de ello, no podríamos precisar el tiempo que hemos permanecido observándolos.


No puedo saber a priori qué cuadros van a ser los que me van a “atrapar” a mí de ese modo, pero sé que los que lo hacen, permanecerán en mi recuerdo hasta el final de mis días. Probablemente me tocan alguna fibra sensible , algún punto escondido que ni siquiera yo conozco. Es el caso de la obra que os voy a mostrar y de algunas otras de las que ya he hablado anteriormente.


Han dicho de Watteau que fue el pintor de las emociones sutiles, aún inconscientes para el espíritu de quien las está sintiendo. Será por eso que me gusta tanto.


Antoine Watteau (1684-1721)

"La peregrinación a la isla de Citerea" (1717)

Óleo sobre lienzo, 128x193 cm.

Museo del Louvre, París.


Desgraciadamente, hay que marcharse. Ha sido una fiesta hermosa, pero se termina. Un alegre grupo al completo se afana en el camino de regreso y desciende la colina con tranquilidad. El busto de Venus se dispone a recuperar su soledad. Conservará, como recuerdo de esos momentos felices, una guirnalda de flores enroscada en el pedestal. Las nubes empiezan a oscurecer el cielo; el día va tocando a su fin.


Las parejas situadas a la derecha del cuadro retienen nuestra atención. Cada una ilustra una forma de reaccionar ante ese sutil dolor que procura la dicha que se acaba. A la derecha, el hombre trata de aprovechar los últimos momentos para seducir a su compañera. En una negación conmovedora, intenta ignorar que ha llegado la hora de irse. La segunda pareja está tranquila; no hay reacciones desmedidas: el hombre está ayudando a su amiga a levantarse tranquilamente. Ambos parecen aceptar la evidencia: se ha terminado, hay que regresar. Otra pareja parece recoger un mantel, lo pliegan juntos, aceptando también el fin de la fiesta. En cuanto a la última pareja, el hombre ya se está alejando, de espaldas, mientras que la mujer se vuelve por última vez, con una sonrisa melancólica. Está impregnándose de todos esos momentos que acaba de vivir. No sabe si volverá a vivir momentos parecidos.


En nuesta vida, a menudo esos momentos sutiles se mezclan, como en la obra de Watteau, el placer (se estaba tan bien…), la melancolía (qué tristeza al despedirse…) y la inquietud (¿y ahora qué?).


¿Qué hacer con nuestra felicidad cuando entra en declive? ¿Aferrarnos febrilmente a ella? ¿Llorarla antes de tiempo? ¿O aceptar el fin con serenidad?

Quizá la esencia misma de la felicidad se encuentre contenida en esos momentos: una nube que pasa por delante del sol, las conversaciones que languidecen, un dejo de tristeza en las miradas, ...


“Cuando la llamada de la felicidad

llega a ser demasiado insistente,

sucede que la melancolía

se presenta en el corazón del hombre.”


Albert Camus


Watteau pinta este cuadro en el ocaso de su corta vida, antes de fallecer víctima de la tuberculosis. Su vida nunca se pareció a los temas que pintaba. No fue un hombre de mundo, ni un vividor. Fue un hombre tímido, de temperamento bilioso. Es fácil pensar que, toda su vida, mantuvo ante la felicidad esa mirada algo dolorosa: cada momento contiene en su interior el anuncio de su fin. De ahí surge, quizá, la nostalgia que impregna sus cuadros, aunque describan fiestas o momentos felices. En esta marcha de Citerea –un lugar mítico donde los vientos céfiros depositaron con gran delicadeza a Afrodita, tras nacer de la espuma de las olas-, Watteau nos describe esa sensación de declive de la felicidad y la dulce tristeza que la acompaña.


"El juego del amor"


"La muestra de Gersaint" (Detalle)


"Campos Elíseos"


"Júpiter y Antíope" (Detalle)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también adoro la "Peregrinación a Citerea", pienso que es su obra maestra. A mí personalmente me impresiona cómo introdujo el color rosa dentro de los verdes, haciéndolo destacar de manera armoniosa. Menos el toque de alegría del vestido amarillo que resalta en el centro, todo lo demás son vestimentas celestes y rosáceas, los colores de la suavidad y de la paz. Watteau nació bajo el signo de Libra. Sabía de manera natural cómo armonizar elementos elegantemente. Y Libra es además el signo de la pareja. Ahí tenemos en el cuadro a un montón de enamorados, con los ángeles sobrevolándoles al estilo de Cupido.

Los cuadros, ilustraciones, imágenes, obras de arte en general, pueden dividirse astrológicamente. Las cualidades que se asocian a los astros, resumen todo lo que un artista puede expresar. A veces hay mezcla entre varios, pero suelen predominar tres en especial. Suelen ser, tanto en hombres como en mujeres, el astro regente del signo solar (la creatividad), la Luna (la sensibilidad) por signo y casa, y Venus (el sentido estético) por signo y casa.

Desconozco las posiciones de Luna y Venus en el caso de Watteau, pero sin saber que nació un 10 de Octubre, ya se puede adivinar que el signo de Libra es poderoso en él. Y Libra es signo regido por Venus, el planeta del amor y la armonía. Si nos fijamos en la temática de sus obras, casi siempre incide en la pareja, en la femineidad, en la suavidad. Yo veo más estas cualidades, que la melancolía que ves tú. En la "Peregrinación a Citerea" yo no veo tristeza. Creo que es la sensación subjetiva que te produce a ti, pero no la realidad objetiva del cuadro. Citerea es la isla del amor, y ese barco de velas rosadas anuncia un viaje feliz a un destino maravilloso. Los ángeles disfrutan como niños, y las parejas que estaban de excursión regresan a casa. Y la casa es el amor. Melancolía sentirían si se embarcasen en la balsa de Caronte rumbo a la Muerte. Pero es que no van al Hades, sino al mejor sitio del mundo. De hecho esa excursión es algo secundario comparado con la isla. Citerea es el Nirvana.

Watteau lo pintó con 33 años y está claro que en ese momento estaba más enamorado de la vida que nunca.

Me ha gustado muchísimo verlo aquí, y no me ha extrañado nada, naturalmente. Tú tienes a Libra en la casa siete, tienden a atraerte las personas tipo Watteau, suaves y tranquilas.

Anónimo dijo...

(Sí, ya sé que aparece la estatua de Venus y que se supone que están en Citerea y se marchan de la isla y la felicidad se acaba, pero yo prefiero imaginarme mi propia historia, ¿qué pasa?)

Anónimo dijo...

Hay varias versiones de la "Peregrinación a Citerea", eso yo no lo sabía. He encontrado una posterior, que se conserva en Berlín. Quizá la expoliaron los nazis, no sé. Está en el Palacio de Charlottensburg, dice en esta página. Algunas de las parejas son copias de la versión de 1717, pero ya no aparece el barco de velas rosadas, sino una especie de bote dorado. Los tonos del cuadro son mucho más amarillentos, y el resto de colores empeora notablemente, como si Watteau no hubiera puesto el mismo amor que en la versión original.

En la página hay un estudio bastante agudo sobre su pintura.


http://cv.uoc.edu/~04_999_01_u07/percepcions/perc76.html

Mermaid Lullaby dijo...

Lo mejor del arte es su carácter "abierto". Me encanta eso de que tú veas algo totalmente diferente en este cuadro. No creo que haya ninguna "realidad objetiva". En todo caso, la realidad de Watteau cuando lo pintó, pero ésa es sólo una de las posibles.
La interpretación que tú haces me sorprende y me dice mucho de ti -espero que me cuentes esa historia que tú te imaginas-, como también mi visión melancólica dice mucho de mí. En la observación de una obra de arte, sea pintura, música, poesía, escultura o lo que sea, sacamos a la luz mucho más de nosotros mismos de lo que un psicoanalista podría averiguar nunca. Estoy convencida.

Miraré ese estudio sobre la pintura de Watteau. Me interesa mucho.