Hoy os hablo a las que compartís conmigo un espacio virtual y me seguís escribiendo, haya o no haya comentarios en mis blogs. Y hablo también a las que compartís conmigo un espacio físico, que me permite teneros bien cerca cuando os necesito. Las que, sin mirarme, sabéis desde muy lejos que algo me preocupa. O que necesito compartir la belleza de un poema, de una imagen, de una canción, con vosotras. Y sabéis disfrutar todo eso conmigo. Y las que mirándome, cara a cara, aceptáis resignadas mis silencios melancólicos, y con un simple ¿Qué te pasa? me hacéis volver a este mundo, tan cierto, tan abrumador, que con frecuencia me obliga a escaparme. Todas aquellas ante las que no necesito fingir que soy fuerte, que tengo tiempo para todo, que no me asusta el mundo en que mi pequeñina vivirá mañana, que estoy convencida de que todo irá bien. Y, cuando esta sirena sienta que debe sumergirse de nuevo en el profundo y pacífico mar que a menudo la cobija, sabrá que sus amigas la esperan, pacientes, en la orilla. Y que todo está bien.
Hoy traigo un regalo para vosotras, cuyo nombre ni siquiera hace falta decir: una caja blanca y mágica, en femenino plural.
Llenadla de música, de pintura, de magia, de sueños, de poesía… De todo aquello que os haga felices.
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