lunes, 19 de marzo de 2007

Encender una vela.







Muchas veces, a los que venís a casa, os llama la atención mi gran afición a las velas. Es una costumbre que adquirí especialmente en mis ya numerosos viajes a Alemania, donde su uso está muy extendido. Tenemos velas en el comedor, en el dormitorio, en el baño. Colocamos una vela en la mesa cuando tenemos invitados, pero también en la cocina, cuando nos tomamos unos minutos para nuestra infusión de la tarde. O en el baño cuando el tiempo no apremia y nos “regalamos” un baño calentito con sales. Marina nos pide que encendamos una pequeña vela que tiene en su cuarto cuando una pesadilla la ha despertado y necesita sentirse acompañada para volver a dormirse. Elías enciende “de motu propio” las velas de la casa cuando sabe que tenemos invitados. Y no necesito explicar el efecto de intimidad, encanto y misterio que proporcionan las velas en el dormitorio... Seguro que lo habéis probado todos.
Las velas abundan en los templos, tanto en los católicos como en otros rituales religiosos. A lo largo de los tiempos, cuando alguien ha deseado algo con mucha fuerza, ha encendido una vela. Los más devotos han encendido siempre velas a sus santos para pedirles una gracia o para agradecer las gracias recibidas.
Por ello me pregunto qué fuerza tienen las velas. Qué hay de especial en ellas para que estén en tanto en un bautismo, como en un funeral, o en la entrada de mi casa cuando recibo a mis amigos.
Encender una luz es disipar tinieblas, disolver la oscuridad. La vela es el presente que arde, que brilla, y que a la vez se consume. Y al mismo tiempo que desaparece, nos ofrece su calor. Contemplar el fuego produce sensación de tranquilidad, incluso de alegría. Al encender la vela, observad cómo los que están alrededor acuden. La vela es un lugar de reunión ante la oscuridad.
Incluso nos ayuda a detenernos: a tomar conciencia del momento, haciéndolo así algo muy especial, único.
Te aconsejo que recuperes la tradición de usar velas. Por supuesto, no es necesario recordar en cada ocasión su significado profundo o la tradición que subyace a su uso. Simplemente disfruta de la sensación que te proporciona. Si, además, eliges una vela con una esencia aromática que te resulte agradable, esa sensación se convierte en un verdadero placer que va acompañado siempre de una cierta magia... Una vela te ayuda a “capturar” el momento.


1 comentario:

Anónimo dijo...

En mis tiempos,las mocitas casaderas también le ponían una vela a San Antonio para que les saliera un novio: buena persona,guapo y rico.Claro eso era entonces,porque la mujer temía que esperando a ese mozo se "le pasara el arroz".No es el caso de estos tiempos que corren, afortunadamente,pues si aparece un galán guaperas, buen chico y con pasta "a por él".Si no se decide él , pues le facilita el camino ella.¿ Por qué tanta espera? El tiempo es oro.Aquello de que "el buen paño en el arca se vende" pasó a la historía.
Con todos estos adelantos ¿Quién es la mocita casadera que se acuerda de ponerle una vela a San Antonio? Menos mal que él es bueno y no se enfada.