domingo, 29 de abril de 2007

CRÓNICA DE TRES CONCIERTOS

En un cortísimo espacio de tiempo, entre el 21 y el 28 de abril, he asistido a tres conciertos que resumen perfectamente mis gustos musicales. Y no sólo han sido muy diferentes entre sí, sino que han tenido lugar también en recintos totalmente distintos:


El primero de ellos, el de Mª del Mar Bonet, el 21 de abril en el Auditorio de Torrente, en una moderna sala de tamaño intermedio en el que no quedó ni un sólo asiento libre. La purísima, profunda y delicada voz de Mª del Mar, que cantó temas muy conocidos y otros que (para mi sorpresa, que creía conocer toda su discografía) no había oído nunca. Un concierto en el que se veía disfrutar a los músicos que la acompañaban tanto como a ella misma. Por eso hicieron disfrutar tanto al público. El resultado: una velada exquisita.


El segundo, el 25 de abril, un concierto de violín y piano a cargo de dos músicos italianos (Antonio de Lorenzi, violinista, y Loris Pezzani, pianista) que tocaron un repertorio delicioso (Brahms, Grieg, Verdi, Massenet, ...) Quizás la pieza que más me emocionó fue el tema principal de la película "La lista de Schindler", de J.Williams. No se puede evitar relacionar la música con la película, que cuenta uno de los episodios más tristes de la historia de la humanidad.
Pero el gran protagonista fue el más pequeño de los cuatro protagonistas que había en escena: el precioso violín con nombre propio ("Il Clisbee", 1669) que había sido traído especialmente desde Cremona para la ocasión. Es la tercera oportunidad que he tenido de escuchar un Stradivarius en concierto, y las tres veces he tenido la misma sensación: esos instrumentos parecen tener vida propia. El violín parecía ser una prologación del cuerpo del violinista, que por momentos parecía entrar en éxtasis en los momentos más líricos del concierto. No me extraña: tocar con esa maestría un instrumento con tanta historia podría hacer que cualquiera se sintiera casi "un ser superior". Si a todo esto añadimos que el concierto se celebró en el interior del castillo de Alaquás, que data nada menos que del siglo XIV, lo que le aporta una carga histórica y un misterio que no es posible encontrar en ninguna sala de conciertos moderna, no es de extrañar que los allí presentes nos sintiéramos casi "en el séptimo cielo".


Y por último, el macro-concierto de Il Divo, que tuvo lugar anoche (28 de abril) al aire libre en la dársena del Puerto de Valencia. Empezaré hablando de todo aquello que podría haberme arruinado la noche:
12.000 personas ansiosas por ver y escuchar a sus ídolos, incluídas miles de ruidosas fans dispuestas a perder todos los modales por acercarse lo más posible al escenario, una fría tarde-noche que amenazaba lluvia desde el principio, un larguísimo periplo desde la entrada del Puerto hasta la dársena donde tendría lugar el concierto, y, sobre todo, unas altísimas expectativas que que no debían ser decepcionadas.
Por suerte, todos estos factores, que podrían haber desencadenado una auténtica tragedia para alguien como yo que teme las multitudes y que gusta de la intimidad de los pequeños conciertos, y que considera a estos cuatro chicos una especie de semi-dioses, no consiguieron aguarme la fiesta (y nunca mejor dicho).
El largo camino a recorrer nos fue facilitado con unas lanzaderas especiales para el concierto. Las fans, efectivamente, se colaron para ocupar las localidades que no les correspondían, y se desgañitaron hasta el punto de no dejarnos oir más que sus gritos desaforados por momentos. Pero la vigilancia logró contener al menos a parte de ellas. Y el resto (auténticas peleas verbales entre los que molestaban y los molestados, empujones, ...) la verdad, intenté ignorarlo. Sí que acabó lloviendo, como todos temíamos, (nos pasamos las largas horas de espera antes del concierto mirando al cielo con angustia), pero fue justo cinco minutos después de acabar el concierto, y en esos momentos, con las cuatro voces resonando aún en nuestros oídos, ya nos daba igual que lloviera o granizara.
Además, tuvimos la suerte de disponer de dos invitaciones gratuitas en la "zona azul" o "preferente", con lo que estábamos realmente cerca del escenario. Y, sobre todo, cuando los "Divos" salieron por fin, me dí cuenta de que ninguna incomodidad o inconveniente podría haber producido mi decepción. No tengo palabras para expresar lo que sentí en algunos momentos de la actuación. Especialmente en los momentos en que los cuatro unían sus voces y talentos para cantar juntos, instintivamente me ponía la mano en el corazón porque me parecía que se me escapaba. Todavía hoy siento una ligera opresión cuando lo recuerdo. Impresiona ver toda esa gente reunida, a pesar de todos los inconvenientes. Impresiona ver la respuesta de toda esa gente. Y, sobre todo, impresiona escucharlos a ellos.
Cuando anunciaron que se despedían no lo podíamos creer: una espera tan larga para sólo una hora de concierto. No sólo se nos hizo corto: realmente fue muy corto. Quizás sea cierto eso de que lo bueno nunca dura. Una vez leí una cita que decía: "Si el arco iris durara horas, ya nadie lo miraría". ¿Cuántas horas sería yo capaz de estar escuchando a Il Divo en directo? Imposible comprobarlo.


Cada intérprete a su modo, cada nota por un camino, van a encontrarse en un punto de mi interior, de lo que yo soy realmente, (¿quizás es eso lo que llaman el "espíritu", el "alma" de una persona?) y me recuerdan que estoy ahí, que no me he perdido entre la confusión, el estrés y el enmarañamiento de la vida diaria. Me recargan ese puntito de luz que todos llevamos dentro y me dan fuerzas para seguir. Y no sólo eso: despiertan en mí la ilusión y la energía para intentar dar a otras personas lo que ellos me han dado a mí. La música es alimento para el espíritu, para el alma.

maria del mar bone...

Theme From Schindl...

il divo passera.mp...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Anoche pudimos verte entre la multitud disfrutar de nuestro concierto, nos encanta verte tan emocionada con algunos de nuestros temas, nosotros también disfrutamos de tu blog.Creemos que habrá muy pocas fans que tengan tanta sensibilidad al escribir como tú. Sigue deleitándonos con tu poesía. Gracias por estar ahí. Esperamos verte muy pronto en Paris. Un beso.

Anónimo dijo...

Ultimamente veo que escribes mucho sobre música,afición que aplaudo y comparto. He tenido el gran placer de ir con vosotros a dos de los tres conciertos que mencionas y la verdad es que me siento feliz, "plena", porque la música, a quienes nos gusta, nos satisface tan plenamente que te da la sensación de plenitud gozosa...Aún resuenan en mi cabeza las voces privilegiadas que te cautivan y te hacen perder el sentido del espacio y del tiempo.....
Pero yo pensaba anoche en un cita que leí el otro día. Decía D.Pire:"Hemos construido demasiados muros y no suficientes puentes".¿Por qué digo esto? ¿No es la música un magnífico puente entre los humanos? Pueden sobre el escenario sentarse artistas de diferntes lenguas,ideologías,creencias religiosas, estatus social.... Todos ellos al compás de una batuta, como si de una barita mágica se tratara, interpretarán al unísono, mil y una melodías:alegres, fúnebres, románticas.....
Y pasa lo mismo con el auditorio.¿Qué más da quién está entre el publico que llena la sala?
Rico,pobre,guapo,feo,europeo,asiático,protestante,budista....Todos la escuchan, todos la sienten, todos la aplauden.....
Es que la música "cala",va directamente a los setimientos, hace vibrar, emociona y busca con premura eso que tú llamas "espíritu", "alma".....
Y si la MUSICA crea PUENTES entre aquello más entrañable de los seres humanos ¿NO ES ALGO MARAVILLOSO LA MUSICA ?