sábado, 14 de abril de 2007

LA AUTENTICIDAD ES RIDÍCULA

Hace unos días, ocurrió algo en una de mis clases que me hizo pensar. Mis alumnos debían intentar expresar en inglés en qué lugar les apetecía estar en ese preciso momento utilizando una misma estructura (“I wish I was...”) Por turno, todos iban dando su ejemplo: “Desearía estar tumbado en la playa”, “Desearía estar durmiendo la siesta”, etc. , etc. Hasta que le tocó el turno a uno de los alumnos que ha mostrado mayor sensibilidad desde que empezó el curso. Su ejemplo fue “Desearía estar abrazando a mi madre”. El estruendo general fue abrumador. Todos se reían y ridiculizaban al pobre chaval, que se puso rojo hasta las orejas. Si hubiera existido una forma de hacerse invisible, de desaparecer y no volver nunca, creo que lo hubiera hecho sin pensarlo dos veces. Pero tuvo que soportar el “ridículo”, aliviado quizás levemente por mi intervención.
Si yo supiera que mi hijo ha dicho eso públicamente – le dije - me sentiría la madre más feliz del mundo. Enhorabuena por ser así de auténtico.
Él me envió una ligera sonrisa y, ya una vez terminada la clase y en el pasillo, hasta me dio las gracias.
Me consta que varios alumnos (aquellos que son menos parte del “rebaño” y más “persona”) posteriormente le pidieron perdón y se avergonzaron de su reacción. Seguramente, a sus ojos, su compañero se hizo desde entonces mucho más respetable. Desgraciadamente, los que saben apreciar la autenticidad son siempre una minoría.



Esta anécdota me hizo pensar en el vínculo entre lo auténtico y lo ridículo. Cuanto más personales somos, más nos identificamos con nuestras intenciones, más coinciden nuestros actos con nuestras ideas, y más ridículos somos. ¿Será el ridículo una fórmula lanzada por los hombres contra la autenticidad?
Somos más sinceros cuando estamos solos, puesto que no ponemos límites a nuestra sensibilidad. ¿Te has parado a pensar por qué podemos llorar al ver o escuchar algo que nos resulta emocionante, mientras nos crispamos molestos si lo oímos o vemos en público?
Pienso en el ridículo de Gandhi, que oponía la no-violencia a la artillería británica. O en Jesús, que afirmaba ser hijo de Dios con absoluta contundencia. O en Don Quijote, sufriendo lo indecible porque nadie veía en Dulcinea más que a una humilde criada.
No existe un acto humano sincero que no sea ridículo. Es más: Lo que el amor tiene de excepcional es que logra suprimir el ridículo entre dos seres, suprimir la censura impuesta de un modo maquinal.
Quizás el ridículo se resume en esto: vivir tu vida, desnuda, inmediata, rechazando supersticiones, convenciones y dogmas. Es decir, vivir tu vida siendo auténtico.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Ana! Ahora mismo debería estar trabajando pero no he podido evitar "visitarte" un momentito. Hace tiempo que no puedo sentarme delante del ordenador (casualmente durante las vacaciones de mis hijos ¿tendrá algo que ver?), y ahora que leo todas tus "aportaciones" me encantaría poder comentarlas. Es curioso porque es algo que siempre me ha llamado la atención. Creo que tener personalidad, ser auténtico y fiel a tu propia esencia y sensibilidad, te hace más libre. El no sentirte atado al qué dirán o qué pensarán, porque estás realmente convencido de lo que haces, piensas y sientes, te da alas. Comprendo que en cierto modo es un ejercicio de madurez, pero yo siempre les digo a mis hijos que nunca deben sentir vergüenza de lo que está bien hecho (lo que hacen de corazón) y por el contrario deberíamos avergonzarnos sinceramente de lo que está mal, quizás entonces procuraríamos con más empeño, no volverlo a hacer.

Anónimo dijo...

"La verdad os hará libres".El que actúa con valentía, aunque sea contra corriente demuestra, al menos,que no carece de fuerza, que no teme, que tiene vigor.¿Acaso los demás no piensan como él? ¿Es peyorativo ser original? Quien actúa con sinceridad jamás le faltarán argumentos para defender sus ideas. Podrán pensar de él que es "distinto", pero jamás que es "ridículo".
Que un niño ante sus compañeros se atreva a ser "distinto", con lo que eso conlleva, merece para mi un gran aplauso.