lunes, 19 de enero de 2009

El Cartero del Rey.


Pocos libros marcaron mi niñez y adolescencia como "El Cartero del Rey", de Rabindranath Tagore, en gran parte gracias a la magnífica tradución de su esposa, Zenobia Camprubí.

Mi madre nos lo leía en voz alta una y otra vez, y aunque yo conocía de memoria el fatal desenlace de la historia, no podía evitar, llegado el fatídico momento, sentir una angustia como si estuviera a punto de perder a un amigo, a un primo, o a un hermano. Amal, su protagonista, era y sigue siendo para mí la encarnación de la inocencia, la ternura, la esperanza, de todo lo puro y valioso que puede albergar un ser humano.

Cuenta la historia que Amal es un niño muy enfermo, pero siempre alegre, cuya única distracción es charlar desde su habitación con los transeúntes y observar los juegos de los demás niños desde su ventana, y cuya vida se llena de ilusión con la esperanza de recibir un mensaje del Rey. El contacto con Amal va cambiando los corazones de todos los que le rodean.

Tagore escribió este poema dramático para sus alumnos de Santiniketan, la «escuela de la Paz» creada por él en 1901.


El Cartero del Rey - Escena segunda.

(Amal, Madav y el viejo -”que viene vestido de faquir”-)

Amal.- ¡Míralo, ahí está! ¡Faquir, faquir, vente conmigo! ¡Siéntate aquí en mi cama!

Madav.- ¡Tonto!, pero si es...

El viejo (guiñándole un ojo a Madav).- ¡Yo soy el faquir!

Madav (al viejo).- ¡El diablo eres! ¡Si no lo viera, no lo creería!

Amal.- ¿Dónde has estado hoy, faquir?

El viejo.- Pues ahora mismo vengo de la Isla de los Loros.

Madav.- ¿La Isla de los Loros?

El viejo (a Madav).- ¡Sí, la Isla de los Loros! ¡Qué! ¿Te crees, hombre, que yo soy como tú?... No tengo más que cojer mis pies, y me voy adonde quiero; ¡y sin costarme nada!...

Amal (palmoteando).- ¡Qué bien!
¡Qué gusto debe dar eso! ¿No olvidarás que me has prometido llevarme en tu comitiva cuando esté bueno?

El viejo.- Sí. ¡Y te voy a enseñar unas mantras de caminantes, que nada, por mares, bosques ni montañas, podrá cerrarte el paso!

Madav.- Pero ¿qué enredo es éste?

El viejo.- Amal, hijo; nada, en mares ni montañas, puede hacerme retroceder... Ahora, que si el médico y este tío que tienes se conjuran contra mí, no hay majia que me valga...

Amal.- No; tío no se lo dirá al médico, y yo te prometo no moverme de la cama. Pero el primer día que me ponga bueno, me iré contigo; ¡y nada, en mares, ni montañas ni torrentes, podrá cerrarme el paso!

Madav.- Me das pena, hijo, siempre pensando en irte...

Amal.- Oye, faquir, ¿cómo es la Isla de los Loros?

El viejo.- Pues es la tierra de las maravillas. Allí viven todos los pájaros del mundo, y no hay un hombre siquiera; y no creas tú que se habla allí ni se anda; sólo cantar y volar.

Amal.- ¡Qué hermosura! ¿Y hay algún mar allí junto?

El viejo.- ¡Claro!, la Isla está en medio del mar...

Amal.- ¡Y habrá unos montes muy verdes!...

El viejo.- Toda la Isla está llena de montes verdes. Y cuando va a ponerse el sol, y las laderas, rojas, resplandecen, los pájaros vuelven en bandadas, volando con sus alas verdes, a sus nidos.

Amal.- ¿Y hay cascadas?

El viejo.- ¡Pues no ha de haberlas!

Todos los montes tienen su cascada; y parecen de diamantes derretidos.

¡Si tú vieras lo que juega el agua, y cómo cantan las piedras con ella cuando se echa al mar, saltando!

¡Al agua sí que no la para ningún diantre de médico!... Sigo; los pájaros me miraban como miran a los hombres. Ya tú ves, ¡como nosotros no tenemos alas!... Y no querían nada conmigo... Si no fuera por eso, yo te aseguro que me haría una choza entre los nidos y me pasaría allí mi vida contando las olas del mar.

Amal.- ¡Ay, si yo fuese pájaro! Entonces...

El viejo.- Pero eso ya no podría ser, Amal. A mí me han dicho que tú le has hablado al lechero para vender quesitos con él, cuando seas mayor; y como a los pájaros no les gustan los quesitos, me parece que te saldría mal tu negocio...

Madav.- ¡Vamos, me vais a volver loco entre los dos! ¡No puedo con vosotros! ¡Me voy!

Amal.- ...Tío, ¿vino el lechero?

Madav.- ¿Pues querías que no viniera? Él no se romperá la cabeza entre los nidos de la Isla de los Loros, llevando recados a tu faquir favorito; pero ha dejado una lata de quesitos para ti, y me ha dicho que te diga que no ha podido detenerse más porque como se casa su sobrina, tenía que ir a Kamlipara por la banda de música.

Amal.- ¡Si me iba a casar a mí con su sobrinita!

El viejo.- ¡Dios del cielo! ¡Pues buena la hemos hecho!

Amal.- ...Me dijo a mí que ella iba a ser mi novia chiquitita, y que iba a estar tan linda con sus zarcillos de perlas en las orejas y vestida con un preciosísimo sari grana... Y al amanecer, ella ordeñaría con sus propias manos la vaca negra, y me traería la leche calentita, toda llena de espuma, en un cantarillo nuevo, para que yo me la bebiera. Y cuando oscureciese, iría ella al establo con la lámpara, a dar una vuelta... Y luego vendría y se sentaría a mi lado a contarme el cuento de Champaca y sus siete hermanos...

El viejo.- ¡Qué bien! La verdad es que, aunque soy un faquir, ¡me están dando unas tentaciones!... ¡Pero no te importe a ti que se case la sobrina del lechero! ¡Déjalo! ¡Lo que te sobrarán serán sobrinas del lechero cuando tú vayas a casarte!

Madav.- ¡Cállate de una vez! ¡No puedo oírte con calma! (Sale).

1 comentario:

Edelia's Club dijo...

Cómo me alegra que recuerdes aquellos largos espacios de tiempo en que yo te leía cosas y más cosas, porque tú, por ser muy pequeñita, aún no sabías hacerlo. Pretendía con ello algo que yo intuía que era muy bueno para tí: procurarte momentos felices con aquellos cuentos-historias, despertar tu fantasía infantil y sobre todo, inculcarte un apasionamiento por la lectura que te acompañara toda la vida.
Me siento doblemente feliz: conseguí lo que pretendía y mis deseos han sido, gracias a tu trabajo, ampliamente superados. Tu amor a la lectura, tu fantasía, tu sensibilidad por lo bello y tu habilidad para transmitirlo han ido mucho más lejos de lo que entonces deseé para ti. Tu blog es un buen testimonio de ello. Me siento orgullosa de tí,pero no sólo por eso. Te quiero.