Esta mañana, unos tímidos rayos de sol de invierno, nos han empujado de nuevo a la playa. Y, para nuestra sorpresa, nuestro mar azul se había llenado de plata. Las flores y hasta las rocas lucían toda su gama de colores al sol desde las dunas y la orilla, y las gaviotas se habían reunido para observar su hogar a sus anchas.
Es el milagro del mar cambiante, que siempre es distinto, y siempre el mismo. Una sinfonía de colores, sonidos y aromas, tan llenos de vida, que la contagian sin remedio.
El regalo más valioso y preciado para una sirena varada.
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