Esperamos con ilusión la mañana del 1 de enero para cumplir, un año más, con una tradición familiar: la asistencia, desde la tranquilidad de nuestro hogar, al tradicional Neujahrskonzert (Concierto de Año Nuevo) de la Wiener Philarmoniker, en la Sala Dorada del Musikverein de Viena. Por momentos, contemplo con sana envidia y profunda admiración el que podría describir como uno de los más auténticos reductos del buen gusto, la elegancia y la sensibilidad que quedan en el mundo; como un oasis que refresca y da vida al sediento buscador de belleza.
El director, el maestro Georges Prêtre, había declarado que su deseo como máximo responsable al frente de la Filarmónica vienense para este año, era “enviar al mundo una declaración de amor”. Y doy fe de que se ha cumplido con creces. El Concierto rebosaba alegría de vivir, entusiasmo, romanticismo, y arte. Las 30.000 flores, traídas desde San Remo, como todos los años, han coronado de belleza, luz, y colorido la bienvenida al 2010.Y, por si todo esto no era suficiente, hemos asistido a un número de danza a cargo de los solistas del ballet de la Ópera de París. Describir la expresiva delicadeza y a la vez la enérgica fuerza de estos bailarines se hace casi imposible.
Y luego está el locutor, el cultísimo e impresionante José Luis Pérez de Arteaga. Creo que es el único locutor de la televisión y radio españolas que habla alemán. Pero lo curioso es que lo aprendió para poder apreciar mejor la música. Porque no podía esperar a que a alguien se le ocurriera traducir ciertos libros para tener la oportunidad de leerlos. Pérez de Arteaga es una verdadera joya. Le sigo desde hace más de 20 años, y sé que es capaz de hablar durante horas sobre la ópera, el teatro, los intérpretes, la historia de la música… sin el menor esfuerzo. Me maravilla especialmente su facilidad para contar algo y desviarse a otro tema, y luego a otro, y a otro,… y luego es capaz de ir cerrando los temas que había dejado abiertos sin olvidarse de ninguno de ellos, y en un orden que dejaría asombrado hasta al mayor fanático de la lógica y la ordenación. Todo ello, adornado con anécdotas propias y ajenas, a cual más curiosa e interesante. Magistral Pérez de Arteaga.
¿Qué cómo ha acabado el concierto? Por suerte como siempre: con el grito de la orquesta al completo “Prosit Neujahr!”, para felicitar al público el Año Nuevo, y por supuesto, con el vals de todos los valses, sin el que es impensable el comienzo de año en Viena (y, por extensión, en mi propia casa): Los acordes del maravilloso “An der schönen, blauen Donau” (Danubio Azul), resonaban, un-dos-tres, un-dos-tres, mientras se nos mostraban imágenes del recorrido del río desde su nacimiento en la Selva Negra alemana hasta su llegada al Mar Negro. Unos paisajes de cuento.Y, por último, tras la elegancia del vals, el fin de fiesta: el broche de lujo de la Marcha Radetzky, durante la que, tradicionalmente, el maestro dirige a orquesta y público por igual, cerrando esta gran amalgama de belleza y elegancia con un toque de alegría y buen humor, muy apropiada para comenzar el año.
Sirva hoy la música, este "Rosas del Sur", de Johann Strauss, en este primer día del año, para desearos a todos doce meses llenos de luz, color, sensibilidad, elegancia, belleza, música y arte. Y de todo aquello que os haga felices.
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